Te enseño mi vuelo para equivocar tu rumbo. Sígueme.

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Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

Piensalo.

Hoy (ahora) quizás tenga ganas de hacerme una sangría de mis azules venas para regalarte un mensaje que no puedas olvidar...  o quizás tenga ganas, (quizás) de someterme aun transplante de cerebro pero contigo mismo, sin anestesia, solo por el placer de sentir la gloria de tener un cerebro nuevo, aunque sea prestado y pensar con otras neuronas a ver si siento lo mismo que siento ahora.
Convertirme en un Frankenstein cerebral, en un usurpador del cerebro de quien yo quiera y pensar con sus pensamientos y tener sus recuerdos y sus ambiciones y que tus secretos mas profundos sean mis absolutas certezas.
Entonces, después de estremecerme, yo podré devolverte tu cerebro que ya no será completamente tuyo sino que tendrá algo de tu bioquímica y de mi locura. Algo de nosotros.
Eso sucederá si vuelvo a soñar contigo. 
Piénsalo.

Defensa.

El Hombre ha entrado en la etapa del Miedo. No vemos más allá de las noticias. Nos quedamos expuestos como títeres a los deseos - a ser hipnotizados- por los magos de las Santa Comunicación. Y todo es Miedo y Tragedia y Muerte... el Horror, el Horror...
Aunque creamos que el Horror se encuentra detrás de la pantalla de plasma y lo escondemos con cambiar el canal, aunque miremos disimulados en dirección contraria sin cruzar los ojos con la Tragedia cotidiana de nuestros vecinos, cadáveres que deambulan como zombis por las calles muchos de ellos con flores en la solapa camino del baile y los clarines, otros con ropones de funcionarios públicos domesticados por las urnas y las falacias, no podemos dejar de impregnarnos con el tufo a pavor y adrenalina que exhalan los cuerpos rezumando miedos y ansiedades.
Y es que la Realidad es tozuda y tiene maneras de furcia: no es posible siquiera vestirla de seda. Una muerte es una muerte ya sea en Africa, Siria o en Tomelloso. Es la Muerte. Un niño es un niño en el mundo entero. Un asesino no es distinto de otro por el color de su piel, su raza, su religión, sus uniformes o sus dineros. Una mierda es una mierda aunque le pongamos colonia y la envolvamos en papel de seda.
Y mientras suenan los petardos y las tracas, los tambores de júbilo y las palmas a compás.
El Cerebro se tiene que defender de alguna manera.
¿Es justo?