Quiero que sepas que muchas veces me acuerdo de ti. Sobre todo de tu mirada tranquila, a veces muy triste. Y me acuerdo de tu manera de hablar sosegada y terapéutica. Tu me explicabas lo que yo no quería oir. Pero en aquel tiempo yo quería huir sin saber cuando ni adonde. Y tu no quisiste huir conmigo, ni siquiera un rato un poco mas largo que una cita robada. Lo lógico y sensato. Me hago la absurda idea de que te inventaste un novio fantasmal para alejarme de ti. Buen recurso. Y la infusión de apaciguadora de Roibos.
Se que te fuiste de Londres. No sé por donde andarás ni que suerte has tenido. Pero creo que volveremos a encontrarnos porque a veces reconozco tu olor al caminar por calles estrechas. Y te evoco escrutándome con una mezcla de interés, de pasión, de incomprensión y de cansancio.
Y echo de menos tus respuestas.
Y tus preguntas.
Y tus silencios.
Y tu mirada profunda y mágica.
Y tus lágrimas.
Y el temblor de tu cuerpo.
Y tus movimientos de gata.
Y tu sonrisa.
Y tu soledad.
Y tu tristeza.
Y tu coherencia.
Nunca te di las gracias.
Hoy lo hago.