Te enseño mi vuelo para equivocar tu rumbo. Sígueme.

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Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

Murciélagos sordos

Por una ventana abierta a la noche despierta
murciélagos invisibles deseo sentir entre mis piernas y tu cuerpo
vampiros silentes que besen nuestros cuerpos desnudos
llenando de gozo nuestras meninges
y un destello de sangre en la sábana 
y un recuerdo de lo que ya estaba olvidado
de aquello prohibido de horas tan cortas
y nubes tan gordas como algodones de ferias
y ruidos de fiesta y luces de psicodelia
y en la barra del bar lloraba el amanecer
teniendo tan cerca un poeta desconocido.
Murciélagos sordos éramos entonces.

Si, la vida acaba.

Si, la vida acaba
como acaban las plantas
mezcladas con la tierra
húmeda de los jardines
donde jugamos cuando niños.
Aquellos jardines que olían
a tardes donde se mezclaba 
el amor de la siesta
con el perfume de los naranjos
y los arriates de flores 
recién regados
y el candor del agua
sobre las losetas calientes 
mientras mi abuela liaba cigarrillos 
en la mecedora verde.
Mas tarde el olor del jabon de aceite
en la bañera calentada
por la estufa de bronce.
Si la vida acaba
que sea de repente.

Siempre

Guardemos las distancias entre tu cuerpo y el mío
dejemos que corra el aire entre la mentira  y la verdad
que sople un viento que se lleve los vestigios de aquello que pudo ser y no fue.
Sabes igual que yo que no era el momento
pero que fue un suspiro lleno de eternidad.

Que los amores primeros después vuelan y asientan donde ellos quieren
donde el destino propone su voluntad.

Y me preguntas y no se responder
quizá porque no se atinar con las letras
para escribir un frase
que hable de ti.

Siempre.




Paseo

Entre tumbas
Camino
Entre lápidas blancas sin esculpir
Entre flores secas que me miran al pasar
Y me envidian por mi olor
Entre grillos amputados que lloran en silencio
Entre hojas tristes arrastradas por el aliento
De los cadáveres de mis amigos
Camino
Con la mirada perdida en la última luz de la tarde
Entre grises y pulidos mármoles
Que sostienen un recuerdo
Una triste figura en un retrato
Un viento helado entre dos fechas
En una pared encalada y olvidada
Entre tumbas

Camino.

Sé escuchar a los ángeles cantar

Sé escuchar a los ángeles cantar cuando nadie los oye
Y he visto al sacerdote de los supuestos impíos llorar de alegría
Cuando se manifiesta la Verdad.
No existe una oración mas bella que una canción.
Un canto de Luz y de Verdad que despoja el alma de las capas de hollín perverso.
En la honestidad de una reflexión se encuentra el secreto de la felicidad
Cuando nos desprendemos de la  inútil vanidad intelectual.
Seamos dóciles con nosotros mismo
Como el pastor del rebaño de ovejas
Pero no expulsemos el aliento de nuestro pecho sin tener otra bocanada de aire que inspirar.
Sed de agua o de vino.
¿Qué mas da?

Basta con escuchar a los ángeles cantar.

Límites

Mi indignación si tiene límites. Al norte  limita con mi estupidez por dejar que las injusticias lleguen hasta allí tan lejos, adonde nunca debieron llegar. Al este se encuentra la supuesta claridad absurda que me sorprende por las mañanas y me hace creer que las cosas van a mejorar de un día para otro pero que en pocas palabras se diluye “como lágrimas en la lluvia”. Mi disgusto limita al oeste con el miedo a la penumbra de la soledad y la sensación angustiosa que me produce la noche oscura del alma. Y el sur. El límite más atractivo y a la vez más peligroso, adonde me inclinan mis pasiones y sueños. Ese límite lo pongo yo mismo en mi vida.
Mi indignación claro que tiene límites.

Y espero tener fuerzas para no sobrepasarlos y ver que ocurre más allá de los limites de mi indignación.