Mi indignación si tiene límites. Al norte limita con mi estupidez por dejar que las
injusticias lleguen hasta allí tan lejos, adonde nunca debieron llegar. Al este
se encuentra la supuesta claridad absurda que me sorprende por las mañanas y me
hace creer que las cosas van a mejorar de un día para otro pero que en pocas
palabras se diluye “como lágrimas en la lluvia”. Mi disgusto limita al oeste
con el miedo a la penumbra de la soledad y la sensación angustiosa que me
produce la noche oscura del alma. Y el sur. El límite más atractivo y a la vez
más peligroso, adonde me inclinan mis pasiones y sueños. Ese límite lo pongo yo
mismo en mi vida.
Mi indignación claro que tiene límites.
Y espero tener fuerzas para no sobrepasarlos y ver que
ocurre más allá de los limites de mi indignación.