Te enseño mi vuelo para equivocar tu rumbo. Sígueme.

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Licenciado en Medicina y Cirugía. Frustrado Alquimista. Probable Metafísico. El que mejor canta los fandangos muy malamente del mundo. Ronco a compás de Martinete.

Caminar

Dice un viejo dicho: "el que deja el camino para coger verea en vez de avanzar, rodea..."
Y yo no se siquiera si he encontrado el camino o si voy por la "verea", si avanzo o rodeo...
Pero si se que me propongo todos y cada uno de mis días dar los pasos necesarios para avanzar en el conocimiento de mi mismo, en fortalecer mi autoestima, en ser a cada paso mejor caminante ya sea por el piso que sea.
Saber el terreno que pisamos es condición indispensable para caminar con seguridad. 
Y después apoyar los pasos con firmeza y decisión, caminar con la mente despejada, disfrutar del paseo.
Es mucho más importante el camino que la meta. Esta nunca es la que creemos, nunca está donde nos dijeron que estaría. 
Y el camino siempre se debe hacer en solitario, es un error pensar que andar acompañado será mas llevadero.
No importa que estemos rodeados de nuestra familia, de nuestros hijos, de nuestros amigos... eso da igual. Es una disposición personal e intransferible. 
Necesito caminar a diario hacia adentro de mi propio subsconsciente para fortalecer mi alma, para poder dar a los demás lo mejor de mi, para no equivocarme al elegir el camino o la vereda, ya que siempre acertaré...
Yo también "he andando muchos caminos y he abierto muchas veredas; he navegado en cien mares y atracado en cien riberas..." y ahora me doy cuenta de lo feliz que soy haciendo mi camino...
No pretendo llegar a ninguna meta. 
Solo quiero caminar.

¿Me entiendes?

Tengo tantas dudas dentro de mi cabeza que ni escribir puedo o debo.
Y no debo porque los agnósticos nunca estaremos seguros de nada.
Hoy creo que sé algo, mañana sabré que ayer no sabía nada.
Mi agnosticismo no tiene nada que ver con dioses varios.
Mi agnosticismo tiene que ver conmigo como deidad de mi propio universo.
¿Quien soy yo?
¿A donde quiero ir?
¿Como?
¿En quien quiero creer?
¿A quien quiero querer?
¿Como quiero creer y querer?
Entiendo que la Metafísica es mi Ciencia preferida.
Soy esencialmente escéptico, y  en cambio me gusta creer en lo inexplicable, por intuición natural.
Acepto la realidad cotidiana como si fuera un sueño, donde puede haber mil variables distintas y todas perfectamente aceptables.
Cuando despierto disfruto del sueño como si fuera real, como experiencia plena.
No quiero ser esclavo de actos rutinarios y previsibles como si fueran un dogma inmutables.
Soy tal y como soy y no debe ser de otra forma, aunque cada día me disfrace de mi propia persona.
Y cada día busco dentro de mí a mi propio yo.
Como ahora.
¿Me entiendes?

Ojos abiertos

Me gusta bucear con los ojos abiertos, bajar unos metros y ver las luces atravesar el agua salada como flechas informativas. A veces distingo un tesoro asomando bajo el lodo del fondo pero no me atrevo a bajar y descubrirlo. No es bueno mover los tesoros de las entrañas de la tierra así porque sí.
Lo mejor es pensar que lo que la vida nos brinda a la luz del día debemos dejarlo reposar unas cuantas jornadas antes de apresurarnos y que aparezca el dueño y nos atribulemos.
Entonces sigo buceando relajado con los ojos como platos y veo un lenguado que se revuelve en la arena de los bajos, pero se que no le gusta que lo moleste y sigo mi camino.
A los peces no les gusta que se les moleste cuando descansan.
Buceo entre las algas del fondo y me encuentro con viejos amigos desaparecidos años atrás, que en estos días mas cálidos bajan del cielo a rastrear almejas finas, rebuscar cañaillas y drizar longuerones.
Los beso con cariño y les doy recuerdos para mis familiares. Me dicen que mis sangres andan felices de cacerías por los montes de nubes y que no paran de enredar.
Yo sigo buceando hasta llegar a las pozas donde barbean las viejas corvinas tranquilas y los mas pendencieros pargos que me ponen malas caras... y me marcho antes de tener peleas.
Me falta el aire para rencillas submarinas.
Y cuando salgo del agua fresca a respirar una bocanada de aire oxigenado que me reviva y me de otra perspectiva... yo no quiero resignarme y quiero seguir buceando con los ojos abiertos.
Aunque sea despierto.

Ojos cerrados

Cerrar los ojos es a veces vivir la realidad. Es abandonarnos  a nosotros mismos para que nuestro Yo interior - La Verdad- se convierta en protagonista de la película de nuestra vida. 
Yo no solo cierro los ojos para no ver, sino para Ver... para verte.
En la soledad de la no luz de mis ojos cerrados puedo iluminarlo todo. Tengo millones de kilovatios de potencia de energía lumínica que alumbran cada centímetro de tu piel. Cada poro de tu cuerpo. Cada arruga de tu cara. Cada peca de tu cuerpo. Cada rincón de tu alma. Cada duda de tu corazón. Cada ansiedad que te atormenta. Cada suspiro. Cada lágrima no derramada. Cada deseo escondido entre tus sábanas.
Te veo.
Con los ojos cerrados.
Y sigo durmiendo solo entre grandes almohadas que van dejando huella en mi piel. Me dejan el asombro del dibujo de los bordados como arrugas de plastilina que me descubro grabado en mi piel por la mañanas.
Y dejo mi sudor y mi olor a hombre solo guardado entre las sábanas blancas.
Como un tesoro.
Para ti.

Soledad y silencio

De desviaciones de la realidad se fabrican muchos miedos absurdos.
Por la imposible obsesión de querer adelantarnos al paso del impertubable tictac del reloj nos invide la angustia y la desesperanza. A veces queremos acelerar el fluir del tiempo acelerando nuestro corazón como si este fuera el motor de los minutos y las horas. Pero cada gota de agua y cada grano de arena y cada soplo de brisa tienen su identidad, su tiempo, su ser. Nada será y ninguna cosa dejará de ser sino es a su debido tiempo.
Otra circunstancia que modula apariencias y voluntades es la terrible apreciación de nuestra absoluta unidad. Somos únicos. Impertubablemente únicos. Yo noy tu, yo no soy el reflejo de luz que se crea en tu retina, ni soy la voz que llega a tus tímpanos, ni soy el olor que tu hueles, ni el tacto de tus manos en mi piel... soy otra persona diferente a la que solo puedes llegar a comprender despojandome de todas mis cualidades físicas: soy y seré un concepto, una abstracción.
Soy mas alma que cuerpo, luz que imagen, sonido que voz, aroma que olor, recuerdo que presencia...
Y ahora que usamos el silencio para decirnos tantas cosas es cuando mejor te comprendo.
Ahora es cuando oigo tu llanto sin lágrimas, oigo tus dudas y tus lamentos, oigo tu pasar como oigo la llama de una vela cuando se apaga y cesa de decir poesias.
El silencio que compartimos es mas silencio que la muerte. Es silencio de reproches que se han dicho, de fosas cavadas humedas y vacias, silencio rotundo y sepulcral que espera sonriente con su gran boca devoradora que voluntariamente ocupemos nuestro lugar en la tumba antes de morir.
Silencio sin sentido para mi.
Soledad.

Ahora soy yo

Sería la tenebrosa oscuridad ladrona de luces y colores y de puntos de apoyo o sería la ausencia de voces amigas y confortables pero empecé a tener miedo demasiado pronto.
A veces la diplopia y los fantasmas mareantes me atacaban antes de dormir y no sabía que me pasaba, tan solo me aferraba a la luz del pasillo y a las voces y ruidos de la cocina.
Dormía con un ojo cerrado y otro abierto para vigilar la luz.
Mala antorcha la oscuridad. Mala compañera la soledad.
Después vino el terremoto que me dejó en herencia mas temor a las noches y a dormir para no despertar. Quizá entonces hasta los ruidos se convirtieron en una amenaza para mi. 
Estando un día en el recreo del colegio pasó un avión algo mas ruidoso de la cuenta y tuve una crisis de angustia pensando que estábamos en guerra y al momento llegarían las bombas.
Otro día estando castigado en el estudio de las siete de la tarde oí la sirena de los bomberos y comencé a temblar convencido que mi casa estaba en llamas. Salí corriendo y no paré hasta comprobar que todo estaba bien, sin fuego.
Y huí de los espacios cerrados como ascensores y sótanos.
Y evité las aglomeraciones de personas y cosas.
Era tan frágil que necesitaba siempre dominar la puerta de escape.
Pero tampoco sabía estar solo en grandes espacios abiertos.
Ni muy alejado de mi casa y de mi gente.
Hasta en las excursiones de fin de semana con los Montañeros lo pasaba mal y no disfrutaba como mis compañeros.
Y los curas se encargaron de alimentar otras clases de miedos espirituales y remordimientos diarios que estuvieron a punto de tumbarme.
Miedo a la oscuridad, a los ruidos, a la soledad, a estar encerrado, a viajar, a los aviones a lo desconocido...
Pero supe sobrevivir.
E incluso pude sobrellevar la terrorífica hipocondria de todas y cada una de las enfermedades mortales que padecí en mis años de estudiante de medicina.
No me quiero ni acordar.
Pero aquí estoy.
Y os aseguro que no fue por falta de cariño como cierta vez me insinuó un siquiatra cuando tuve ataques de angustia...
Ahora soy yo, muchos años después de ser aquel joven miedoso y estrafalario a quien tanto quiero y a quien tanto le debo.
Ya no tengo miedo.
Ahora soy yo.

Mi Destino

Revolotea un águila negra o quizá un cuervo en una térmica sobre mi cabeza. Se que me observa y me estudia, que cuenta mis pasos y sopesa mis bolsillos. Tiene paciencia y sabe mantenerse flotando en le aire sin apenas mover las alas. Debo dormir a cubierto en cuevas frías hasta llegar a mi destino. Debo entregarme a mi mismo como ofrenda a las diosas materialistas. Yo soy el cordero de ese dios pagano que rige los destinos del mundo. Yo soy yo y todo lo que ustedes quieran de mi. Yo tengo, luego existo.
Pero no puedo dudar en las encrucijadas del largo camino, si lo hago me perderé. No dudo porque mi destino -mi fin- curiosamente me viene dado por el vuelo rapaz de mi vigía, que sin darse cuenta me va marcando cual es el sendero que no debo seguir... el sendero que me llevaría al desfiladero, a las cataratas, al barranco pedregoso, al territorio de las hienas y de los buitres...
Y por eso
Sigo a la intuición que emana de mi corazón.
Sigo al calor de los cuerpos que me quieren.
Sigo al amor que me queda dentro.
Sigo al dolor purificador.
Sigo a mi soledad.
Sigo al mismo temor que me oprime la razón.
Creo que es el miedo a lo desconocido el que guía mis pasos y el que me acerca al fin del sufrimiento.
Esa es mi brújula.
Ese mi destino.